Las sorpresas de la vida…

Las sorpresas de la vida…

LAS SORPRESAS DE LA VIDA Y LOS VIENTOS
QUE NOS MANTIENEN VIVO…

¡Alegrémonos de vivir en este tiempo! No miremos su desorden sino meditemos lo que Dios quiere con esta situación. Cuántos impulsos recibimos a través de ella. Piensen en el envejecimiento y parálisis que sufriríamos si no tuviéramos los vientos tempestuosos de la vida que nos mantiene vivos. ¡Agradezcamos de corazón!” (P. José Kentenich)

En la vida de todos los días pasa lo mismo que con la naturaleza. Los vientos fuertes molestan, derriban árboles, producen remolinos, levantan papeles y dan la sensación de una gran inseguridad. Pero es entonces donde tiene vigencia lo de un viejo refrán: “Mientras algunos levantan muros para defenderse de los huracanes, otros construyen molinos de vientos para aprovecharlos”.

¡Es verdad! Los tiempos de crisis hacen que algunos se encierren, pongan toda su fuerza en protegerse; en cambio, otros parecen sacar fuerza de su debilidad, y son capaces de actos heroicos, de dar desde su pobreza. Los que se atemorizan ante los vientos fuertes, se dedican a construir defensas, muros, a protegerse encerrándose. Pero también, renuncian a la historia, solo la padecen… Suelen resignarse a las nostalgias de tiempos pasados, o amargamente esperar tiempos milagrosamente mejores. Se transforman en profetas de desgracia, expertos en pastorales defensivas. Y así su vida es un triste sobrevivir…

Los que afrontan la tormenta, tiene almas de Quijotes, suelen sufrir ciertas heridas, pero también son los que el Señor de la historia mira con mayor simpatía. Son los que ante nuevos Goliat hacen presente “ la serena confianza de David para desde el llano defender la herencia” (Cf. Carta del Cardenal Bergoglio a los catequistas de Bs. As. – Agosto 2002).

Estoy convencido de que Dios nos llama en este tiempo de pandemia a ser estas segundas clases de personas. Las que ante cualquier crisis, cambio o tormenta, descubren una posibilidad de crecer. Por eso, estamos llamados hoy más que nunca a ser profetas de la esperanza. Ella nos permitirá pasar de la simple protesta a la propuesta, de la resignación a la afirmación de certezas, de la conmoción a la comunión, del sobrevivir al ¡vivir!

Les confieso que en este último tiempo me ha quedado dando vueltas la imagen del molino de viento. El afronta el viento, lo aprovecha… Sabe sacar de los vientos fuertes, agua fecunda para su tierra y su gente. El molino de viento es todo un referente, se eleva para lo alto… Pero también exige de soledades y de distancia; sabe abrazar la tierra con profundidad.

Quizás cuando veamos la próxima vez un molino de viento, ya no nos parecerá tan extraño y lejano a nosotros, peregrinos de este 2020 tan lleno de sorpresas… Estaremos contemplando un llamado, que se hace desafío. Pero para eso necesitamos una y mil veces descubrir como María, la voz de Dios que nos dice: No temas… “El Señor está contigo”.

Seminario Juan XXIII

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